La decisión del uso del color es quizás una de las más importantes antes de empezar el proceso de diseño. Qué color, dónde y cómo se aplique construirá una atmósfera de sensaciones que definirán la identidad final y uso del edificio.
Su utilización en un porcentaje e intensidad adecuados hacen de él un instrumento de comunicación y ordenación de gran potencia y funcionalismo, pero si trabajamos de manera desordenada, sin armonia, el resultado es equiparable a un instrumento desafinado.
El acabado final de un edificio está determinado no solo por el material y la textura utilizados, sino por la iluminación y el color que se aplique sobre los mismos.
El proyecto logístico de Meridia Capital para DHL es un claro ejemplo de ello. Sus 37.615 m2 están divididos en dos naves que presentan un juego cromático de negros, azules y amarillos salpicando, de manera ordenada, la continuidad de los paneles de hormigón arquitectónico blanco.
Por el contrario, la sobriedad del hormigón interior proyecta una atmosfera de amplitud infinita que permite segmentar la nave en función de las necesidades futuras de la misma. Sólo el color rojo se atreve a hacer una pequeña intervención rompiendo la monotonía generada por el hormigón.
Como hemos comentado en otras ocasiones, el sector de la logística exige contar con instalaciones adecuadas tanto en dimensiones como en infraestructura para dar una respuesta ágil al alto volumen demandado y a los cortos plazos de entrega.
Nuestra planta de 200.000m2 nos permite una alta capacidad productiva y una gran agilidad, materializándose en luces superiores a 52 metros sin necesidad de apoyos intermedios para conseguir espacios diáfanos.